La familia Quartino se halla vinculada directamente a Ituzaingó desde 1926 aunque ya había habido antecedentes que preanunciaban como un destino el tránsito al entonces pueblito que apenas emergía de las calles de tierra que lo vinculaban con el campo.
Era el
pueblo del paso de las haciendas que viniendo de la abierta y sugerente Gaona
bajaban hasta la barrera de Ratti rumbo al camino que había de llevarlas a
Liniers; el pueblo de la plaza en el lado Sur, de la cancha de fútbol en el
lado Norte, de la vieja escuela junto a ella, de los tradicionales almacenes,
alguno con palenque a su puerta, de los cercos de alambrados trepados por
campanillas que eran guía hacia las ya escasas cinacinas que amarilleaban en
las esquinas, en algunos baldíos y junto a los caminos en las afueras.
El pueblo
de las casonas aisladas que hablaban de un núcleo provinciano y ya de veraneo
en el cual la estación del ferrocarril era el centro junto al cual se habría de
moldear lo que al cabo de los tiempos sería una villa pujante rumbo al olvido
de su modesto origen.
El
ingeniero José Nicolás Quartino llegó con su familia al Ituzaingó de entonces,
al concluir el primer cuarto de siglo, conocido sobre todo por sus virtudes
salubres en caso de niños o mayores con debilidad, lo que le valió el nombre de
Cordoba chica. Se asentó en la calle Olazábal pasada una cuadra hacia el oeste
de la terrosa avenida de los arreos, la calle Ratti. Primero durante los
veranos y luego a lo largo del año, una vieja casa de ladrillos asentados en
barro fue el núcleo de la construcción de la casona sazonada después por años
de convivencia familiar.
El
ingeniero Quartino había nacido en 1884 en la isla Maciel en una familia de
origen genovés que había llegado a Buenos Aires a mediados del siglo pasado, en
el barco capitaneado por su abuelo, gente laboriosa que promovió su ingreso a
la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de
Buenos Aires donde se recibió de Ingeniero Civil en 1911, y donde ya un
hermano, Rómulo, se había graduado un par de años antes.
Eran
personas que se lanzaban al atractivo y aventurero camino argentino del
estudio, la acción y el trabajo. Ambos hermanos con actuación de trascendencia
pública. El ingeniero Rómulo Quartino, primer ingeniero a cargo del yacimiento
petrolífero de Comodoro Rivadavia en enero de 1908 y responsable del primer
pozo productivo, prácticamente el comienzo del yacimiento y autor del proyecto
pionero de irrigación del Valle Inferior del Río Negro, obra recordada y
admirada.
Que
Ituzaingó llama, no quedan dudas, porque la nuera, doña María Angélica Pidre de
Quartino y nietos viven a la vera de Ituzaingó, en Castelar, de manera que
todos los Quartino de la zona pertenecen al mismo tronco familiar.
Volviendo
al ingeniero José N. Quartino, luego de ser Ingeniero de Ferrocarriles del
Estado e Ingeniero en Temas Mineros, ingresó en la Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires, donde dejó el sello de su obra trascendente en la canalización
del Arroyo Cildañez en un paso hacia el ordenamiento de la gran ciudad que
apenas delineaba el límite con la campiña pampeana a través de sectores
suburbanos y arrabales, siendo por entonces Ituzaingó un nombre desconocido
para él.
En 1916,
con el advenimiento de la Presidencia de la Nación de Hipólito Yrigoyen asumió
la Secretaría de Obras Públicas, de la que se llamó Intendencia Histórica de
Buenos Aires por haber recuperado el Río.
En ese
entonces la Ciudad de Buenos Aires esperaba mucho. La organización de la
autoridad municipal era sencilla: un Intendente, un Secretario de Hacienda y un
Secretario de Obras Públicas que prácticamente comandaba la marcha de la
Municipalidad.
Ese fue un
punto de partida trascendente para el Ingeniero Quartino, desde donde emprendió
la aventura de reconquistar el Río para la Ciudad de Buenos Aires, la cual se
había aislado del estuario por la construcción del Puerto, traicionando una
historia rica en vida de interacción entre el Río y la Ciudad desde la época
inicial de la Colonia.
De allí el
Primer Tramo de la Avenida Costanera y el Espigón del Balneario Municipal
concebidos como una obra estética, de sentido popular y de reivindicación
histórica. Obras que fueron proyectadas y dirigidas personalmente y hasta
dibujadas directamente lápiz en mano como una contribución honoraria desde el
cargo público.
Así eran
algunos hombres de ese tiempo, capaces de dejar ejemplos por décadas. Frente al
Espigón del Balneario Municipal ubicó en acuerdo con la escultora Lola Mora, la
Fuente de las Nereidas, uno de los símbolos de la Ciudad.
Fue en ese entonces
que el Ingeniero Quartino oyó con vivencia llamadora el nombre de Ituzaingó
porque se enfrentó con el problema del destino del predio que los de Ituzaingó
llamamos de La Colonia destinado a un nosocomio de leprosos. El Ingeniero
Quartino con buen sentido del desarrollo poblacional advirtió el erróneo
propósito con previsión histórica ya que hoy La Colonia de Crónicos Martín
Rodríguez se halla incluida realmente en el núcleo edilicio del poblado
convertido en Ciudad.
Una década
después el Ingeniero Quartino y los suyos se trasladaron a Ituzaingó. Eran su
esposa Celerina Abeberry Oneto, con su madre doña Celerina Oneto. Los tres
habrían de morir en Ituzaingó santificando un destino de permanencia en el
pueblo que tanto nos une hoy con vivencias y recuerdos. Los hijos eran tres: el
mayor Rómulo José, el segundo Abel Arturo Andrés y el menor de apenas de un año
de edad Bernabé Josué, hermanos que habrían de apurar su vida en Ituzaingó,
querido y nunca negado u olvidado.
En esos
tiempos el Ingeniero Quartino agregó otra imagen señera de la Ciudad de Buenos
Aires al proyectar y dirigir ad honorem el edificio del Club de Pescadores y su
muelle, inaugurarlos en la década del treinta, que hoy ofrecen la figura
clásica de la ribera a la cual había volcado su devoción en 1916.
En
Ituzaingó el Ingeniero Quartino no permaneció indiferente al destino de su
nueva patria chica y así fue que junto con el Ing. Narbondo, el Sr. Alberto
Roberto, Adolfo Alberti y otros pocos fundó la primera asociación de vecinos,
historia esta poco conocida o perdida entre papeles viejos que año tras año se
fueron acumulando.
Por
entonces Ituzaingó no tenía Templo o Iglesia. Primero en la casa de Juanita, en
Segunda Rivadavia a metros de la Estación y luego en el viejo cine teatro
frente a la plaza del lado sur se centralizaban los oficios. El Ing. Quartino
diseñó un hermoso proyecto para el necesario templo, ad honorem por cierto;
pero las cosas prosiguieron de otra manera y se llegó al templo parroquial
actual, que sepultó la ilusión del Ing. Quartino de dejar su testimonio
edilicio y de fe al pueblo de Ituzaingó.
De tales
modos se asentó la familia en el pueblo creciente. El hijo mayor fue Agrimensor
Nacional y como Inspector del Banco Hipotecario dejó los recuerdos en Ituzaingó
de su rectitud y espíritu de justicia. Años más tarde fue Secretario de Obras
Públicas de la Municipalidad de Tres de Febrero, el segundo, Doctor en Química
con trayectoria de especialista y profesor universitario y el menor Doctor en
Ciencias Naturales, todos recibidos en la vieja Facultad de los estudios
paternos.
El Doctor
Bernabé J. Quartino llegó a ser, siempre viviendo en Ituzaingó, Decano de la
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires en
1966, Rector de la Universidad de Buenos Aires en 1971 y Presidente del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en 1990. Vale recordar que
al ejercer el segundo de los cargos, en acto público y trascendente en el
anfiteatro de la Facultad de Medicina, el Dr. Quartino rindió homenaje como
ejemplo de sapiencia, dedicación y humanidad al querido médico de Ituzaingó, el
Dr. Idélico L. Gelpi, uniendo lugar y hombres de coexistencia ejemplarizadora.
La familia
siguió, porque las familias siempre siguen por caminos invisibles, y de allí
los seis miembros de la cuarta generación en Ituzaingó: Gabriel Pedro, Orlando
José, Gloria Marta y Leda Graciela, hijos de Bernabé y de Martha Calabrese
Rovero; y María Liliana y María Mercedes hijas de Abel y de Ada Alvarez.
De manera
que la familia Quartino llegó a enlazarse con otras familias de Ituzaingó como
las muy antiguas de don Santiago Rovero, don José González y don Luis Guercio,
y las de don Victorino Alvarez, don Agustín Coto y don Agustín Perotti; y aún
de Ramos Mejía, siempre en el oeste, como la familia Monteverde.
La quinta
generación, partida de la unión de Don José Nicolás y Doña Celerina se engalanó
con nueve bisnietos que van concretando la apertura de la familia y su siembra.
Son por orden de edad Agustín Pedro Coto Quartino el mayor de once años de edad
en 1996. María Marta Coto Quartino ambos nacidos en Ushuaia, Luciana Victoria
Quartino González, Franco Agusto Perotti Quartino, Ignacio Stico Quartino,
Nicolás Quartino Monteverde, Lisandro José Quartino González, Patricio Stico
Quartino y Blanca Leda Perotti Quartino, la benjamina de apenas pasado un año
en este 1996.
La
dispersión no es fuerte, porque fuerte es la atracción de Ituzaingó a lo largo
de los años, pero la presencia en Camerún de la hermana monja Marta Mercedes
Quartino Alvarez en su misión médica y evangelizadora, y de Gloria Marta
Quartino Calabrese en Ushuaia con su esposo Claudio Coto y sus dos hijos
fueguinos, habla de un mirar lejos, el mismo que alentó a los inmigrantes
Quartino más de un siglo atrás. Cinco generaciones en Ituzaingó fueron el ancla
que aún está adherida al suelo.
Fuente:
Horacio Alberti.